Hay más de una generación de cubanos que no lo vio correr aquel mes de julio de 1976 en los Juegos Olímpicos de Montreal, sin embargo, su nombre, la leyenda deportiva tejida y la narración inmortal del locutor, forman parte de la historia de esta nación. Alberto Juantorena Dánger no sólo protagonizó un doblón dorado irrepetible en aquella cita canadiense, sino también «entró con el corazón» en la memoria de su pueblo.
Por más de dos horas, el actual titular de la Federación Cubana de Atletismo y presidente del Comité Paralímpico Cubano, conversó sobre su infancia, juventud y las interioridades de aquella hazaña, a la vez que mostró una precisión exacta en datos, fechas, táctica empleada y ambiente que rodeó ese par de coronas.
Aclarada la fecha real de su nacimiento: 21 de noviembre de 1950 en Santiago de Cuba —y no el 11 de ese mes o el 3 de diciembre como reflejan algunas biografías por el mundo—, el diálogo fluyó cual otra carrera de 400 u 800 metros.
HABLEMOS PRIMERO DE ESA INFANCIA QUE SE SABE TAN POCO.
«Era un muchacho normal, pero un poco bellaco; tiraba piedra, robaba mangos y hacía maldades. Eso sí, muy solidario y cuando corría nadie podía ganarme. Una vez, un amigo Alexis Cue (fallecido), no tenía un par de zapatos y como yo tenía dos me aparecí en su casa y le regalé uno. Mi papá, en lugar de regañarme, me dijo: hiciste bien, hay que compartir siempre lo que se tiene. Ese era mi seno familia, muy humilde y educado, con valores tremendos, un concepto muy de barrio y de magníficas relaciones interpersonales».
¿QUÉ PASÓ EN TU CASA EL 1 DE ENERO DE 1959?
“Hubo una alegría tremenda. Mi papá estaba en el Movimiento 26 de julio y recuerdo, de pequeño, que un día vino la policía de Batista y se llevaron preso. Mi primo Andrés Juantorena fue combatiente de la clandestinidad. Frente a mi casa, allá en Santiago de Cuba, estaba la Escuela de Artes y Oficios y ahí siempre había guardias. Y a nosotros nos llamó poderosamente la atención que eso fue tomado por el Ejército Rebelde cuando entró en Santiago.
Tenía 9 años, pero tenía conciencia del triunfo revolucionario, de la euforia, la alegría, de cómo se hablaba de Fidel, de cómo se hablaba de un cambio social, de un cambio político”.
SIN EMBARGO, AUNQUE NADIE LE GANABA CORRIENDO, LA CAPTACIÓN PARA EL DEPORTE LLEGÓ EN BALONCESTO.
«Era el más alto del grupo. Y además, recuerda que es más fácil dedicarse a un juego colectivo que al deporte individual. El modelo de inspiración en el atletismo para mí se llamaba Enrique Figuerola, que era muy popular y santiaguero también. En la escuela donde estudiaba se practicaban muchos deportes. El profesor Evangelio Prada me enseñó baloncesto, voleibol y natación.
¡Qué clase de sistema competitivo! Nos llevaban a jugar contra otros centros y cuando lo hice en una segunda categoría de baloncesto en Pinar del Río me captaron para una preselección en La Habana. Tendría unos 18-19 años. No obstante, mis primeras medallas fueron en atletismo, cuando gané 600 y 1200 en los Juegos Escolares regionales. En baloncesto fui campeón nacional en 1971. Por ahí andan las fotos».
Y ESE MISMO AÑO DEJA EL MUNDO DE LAS CANASTAS.
«Me sacaron por baja calidad técnica. En realidad era muy fuerte, guapo, pero no tenía las condiciones ni era mejor que los integrantes de ese grupo: Urgellés, Ruperto y muchos más. Eso sí, cada vez que dentro del baloncesto hacíamos tramos de velocidad y 400 metros no había quien me pusiera un pie delante. El entrenador Jorge Salazar decía: ven pa´acá muchacho, tú vas a ser campeón mundial y olímpico».
Y SUCEDIÓ; GRACIAS A UN ELECTRIZANTE PROGRESO Y AL ENTRENADOR POLACO ZYGMUNT ZABIERZOWSKI .
«Cuando Zabierzowski me vio por primera vez, me mandó a levantar la camisa y al ver el largo de las piernas dijo: chico, tú tienes talento. Me hicieron una prueba de 500 metros y con zapato de baloncesto marqué 1:06.05 minutos. El polaco estaba de asistencia técnica en Cuba y fíjate si progresé rápido que llegué al Cerro Pelado en 1971 y un año más tarde terminé quinto en una de las semifinales de los Juegos Olímpicos de Munich 1972 en 400 metros con 45.09. Eso se debía al sistema de entrenamiento, pero también, en la parte que me tocaba, había consagración, disciplina, entrega total y confianza absoluta.
«No podemos olvidar que esos entrenadores del campo socialista nos enseñaron la teoría y metodología del entrenamiento deportivo, pero no fuimos bobos, aprendimos y creamos nuestra propia escuela, incluso en algunos casos llegamos a ser mejores que los profesores como en voleibol y boxeo».
ORO EN LA UNIVERSIADA MUNDIAL DE 1973, PERO PLATA EN LOS JUEGOS PANAMERICANOS DE 1975. BRILLO Y LESIONES, TODO ESO EN LA ANTESALA DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE MONTREAL.
“El hecho de empezar ganando en 1973 en Moscú y terminar allí mi carrera, en los Juegos de la Amistad 1984, tiene un simbolismo tremendo, pues los soviéticos eran de los mejores corredores del mundo en esa época. Fui recordista mundial, bicampeón olímpico, pero nunca monarca panamericano. Sufrí dos operaciones de mal de Morton, en diciembre de 1974 y enero de 1975, por lo cual no llegué en forma deportiva a esa cita continental de México. No obstante, corrí 44.80, detrás del estadounidense Ronald Ray (44.45)”.
LOS JUEGOS PANAMERICANOS NUNCA TE SONRIERON EN TRES OPORTUNIDADES. ¿QUÉ PASÓ?
Los años impares siempre fueron fatales. En 1975 ya te expliqué lo sucedido. Luego en 1979 otra vez las lesiones aparecieron y me operan, en mi opinión demorada, en enero de 1980. Yo hubiera sido tricampeón olímpico, porque con solo seis meses de recuperación competí en los Juegos de Moscú y quedé cuarto. ¿Qué hubiera sido de operarme antes?
Para los Panamericanos de Caracas 1983 estaba que era una bala. El mejor tiempo en 600 metros era el mío (1:14.07) y sin embargo, me fracturé el tobillo y no pude ir a esos Juegos ni al mundial. Los años impares fueron fatales. Es una asignatura que quedó pendiente.
¿CÓMO Y CUÁNDO SE DECIDE LA POSIBILIDAD DE CORRER LOS DOS EVENTOS, 400 Y 800 EN MONTREAL?
“El polaco lo tenía pensado todo. Y eso empezó cuando en Italia hice 1:45.36, ayudando a Luis Medina y a Leandro Civil, quienes buscaban el mínimo olímpico, es decir, la clasificación. Entonces Zabierzowski me mandó un mensaje con Lázaro Betancourt (jefe técnico del atletismo) y Figuerola (presidente entonces de la Federación Cubana) en el que explicaba su tesis de correr en las dos distancias. Cuando ellos me lo dijeron di un brinco comparable al récord de Sotomayor y los mandé bien lejos.
“Sin embargo, ellos estuvieron cuatro meses enamorándome con la idea. En este tiempo marqué 1:45.17 (mínimo olímpico), después en Ostrava y en Brastilava acepté competir en 400 y 800 el mismo día. Y pelé a todos los corredores. Luego corrí solo en el Pedro Marrero e hice 1:44.70. Entonces me dije: el polaco tiene razón, yo puedo. Esa es la verdadera historia”.
Fuente: Joel Garcia, Deporcuba
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